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El profesor de la UMH José Antonio Sánchez Zapata, designado por el Ministerio de Medio Ambiente para desarrollar la Ley de Patrimonio Natural

ASÍ LO VE

Su papel

«Participaré en los programas de aves necrófagas (buitres) y también de la focha moruna y la malvasía»

La conservación en la Región

«Da la sensación de que sólo protegemos por la presión de la Unión Europea en forma de amenazas y sanciones»

El desarrollo

«Somos el país con más kilómetros de tren de alta velocidad y aeropuertos, sin que eso sea eficiente»

 

El tipo que les observa desde la fotografía con curiosidad científica atrapará
diez cóndores en la Patagonia argentina durante los próximos días. Tender una
emboscada a estas aves descomunales con una carroña y una red para instalarles
radiomarcadores es la rutina profesional inmediata del biólogo José Antonio
Sánchez Zapata, –«murciano nacido en Orihuela», se define él mismo, 43 años,
casado, una hija–, que ha sido incluido por el Ministerio de Medio Ambiente en el grupo de cien expertos que asesorarán en las estrategias de conservación de especies amenazadas y las
directrices de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad
.

Investigador de primerísimo nivel –de los que publican en ‘Nature’ y ‘Science’,
para entendernos–, es una referencia en el estudio de poblaciones y comunidades
de vertebrados en ecosistemas semiáridos y promotor de importantes estudios
sobre las rapaces y los mamíferos del sureste desde la Universidad Miguel
Hernández de Elche, donde es profesor titular de Ecología. Imposible no
contagiarse del optimismo y el buen rollo que destila a todas horas pese a la
dureza de algunos de sus mensajes, que transmite con la misma amabilidad con
que se maneja por la vida, junto con una sonrisa permanente y un pelo indomable
que se cortó para la entrevista.

–¿Por qué necesitamos una Ley de Patrimonio Natural y
Biodiversidad? ¿En qué consiste?

–Necesitamos una ley para reforzar las estrategias de conservación porque tenemos
compromisos adquiridos con la sociedad española y también a nivel internacional
desde la Cumbre de Río. Y en el contexto europeo nos toca legislar esos
programas.

–¿Cuál va a ser su papel dentro de la estrategia de conservación
de especies amenazadas?

–Yo asesoraré en los programas de conservación de aves necrófagas, que es un grupo
amplio y en el que España tiene una responsabilidad especial porque acoge a más
del 90% de las poblaciones de todos los grandes carroñeros europeos.

–Buitres, alimoches y quebrantahuesos…

–Eso es. Y también participo en las estrategias de especies raras ligadas a
humedales, como la focha moruna y la malvasía cabeciblanca [para asesorar en
este programa también han sido seleccionados el murciano Gustavo Ballesteros y
el alicantino residente en Murcia Marcos Ferrández, voluntario de ANSE].

–Hay quien piensa que es una frivolidad destinar recursos
económicos a salvar la vida de un pato. ¿Qué les diría?

–Les diría que esas especies raras representan la rareza de esos espacios; conservar
la naturaleza es conservar el futuro, y en estos momentos de crisis económica
hay que recordar que la crisis más importante que estamos padeciendo, la que
subyace bajo todo el sistema y que más debe preocuparnos, es la crisis
ambiental, a la que tendrán que enfrentarse sobre todo nuestros hijos y
nuestros nietos. Yo diría que la crisis económica es solo un pálido reflejo de
la crisis de la naturaleza, que es con la que tendremos que luchar en las
próximas décadas.

–Me da que esa crisis no se resuelve con un cambio de gobierno o
inyectando capital en los mercados…

–Si queremos tener futuro como raza humana en el planeta tenemos que pensar en esa
crisis ambiental:lo que estamos viendo responde por un lado a esa tentación de
gastar lo que no tenemos, aun cuando no nos suponga grandes beneficios, y por
otro a la tentación de buena parte de la sociedad de acumular recursos, en este
caso dinero. La crisis ambiental va en esa línea:tenemos que empezar a pensar
que no podemos consumir tantos recursos naturales ni tampoco podemos dejar que se
acumulen en unas pocas manos. También me gustaría llamar la atención sobre
proyectos tremendamente disparatados como aeropuertos que no tienen aviones y
se cierran, o grandes líneas de tren sin pasajeros: los únicos que han luchado
en este país contra estos absurdos, contra la inutilidad y el impacto ambiental
de algunas obras, han sido los grupos ecologistas y los científicos.

–¿No se sienten escuchados los científicos en España?

–Creo que sería bueno que nos escuchasen un poquito más. Se agradece que el
ministerio haya contado con algunos de nosotros para estas estrategias de
conservación de biodiversidad, pero a veces uno se siente un poco
infrautilizado, no solo por el tiempo y el esfuerzo que dedica individualmente
el investigador, sino por el dinero que ha invertido en nosotros la sociedad,
desde el más modesto trabajador al empresario más grande. Se echa de menos que
no te llamen más a menudo, no para tomar decisiones, porque eso corresponde a
los políticos, pero sí al menos para obtener información y opinión.

–¿Y en la Región?

–La situación no es muy distinta. En general se nos usa poco. Quizá haya también
cierta incapacidad por parte nuestra de acceder a los organismos de decisión,
pero lo cierto es que no nos consultan.

–¿Cuida España su biodiversidad como debe?

–La situación es muy paradógica:si hiciésemos un ránking sobre los campos de la
ciencia en que los españoles somos buenos nos sorprenderíamos, porque buena
parte del dinero destinado a investigación básica se invierte en temas
relacionados con las ciencias biomédicas, la bioingeniería y la biología
molecular, y en esas disciplinas estamos siempre entre los puestos trece y
quince a nivel mundial. Curiosamente, el campo en el que más nivel científico
tenemos es la biología de la conservación; somos una potencia mundial en el
estudio del funcionamiento de la naturaleza y los ecosistemas, pero estamos en
un puesto muy lejano con respecto a la aplicación de esas medidas. Tenemos
mucha información sobre la biodiversidad, sabemos qué tenemos que hacer para
conservarla, pero aplicamos poco ese conocimiento.

–España es el país con la mayor biodiversidad de Europa y parece
que no somos capaces de convertir esa virtud en un producto económico. ¿Se
puede o se debe hacer?

–Se puede y se debe hacer. Tenemos un activo ambiental impresionante, no hay ningún
país europeo que ni de lejos se pueda acercar a España, y nosotros deberíamos
ser los primeros en ponerlo en valor. Curiosamente, lo que hacemos a veces es
todo lo contrario, porque nos oponemos a estrategias que contribuyen a proteger
ese patrimonio. No sé si se debe a que fuimos de los últimos países en subirnos
al carro de la Unión Europea y estábamos muy necesitados de cierto crecimiento
y modernización, pero con el resultado absurdo de que ahora somos el país con
más kilómetros de tren de alta velocidad y más aeropuertos, sin que eso sea
eficiente y a costa de perder un patrimonio natural que no tiene nadie, y que
tendrá un valor creciente porque son recursos cada vez más escasos a nivel
mundial. Creo que buena parte de nuestra estrategia de futuro debe pasar por
conservar la naturaleza.

–La Región de Murcia, junto con Madrid, es la única comunidad
española que no ha aprobado ni un plan de gestión de especies amenazadas. ¿Cómo
lo ve?

–Esto es dramático. En Murcia se aprecia desde hace tiempo un parón de la Comunidad
Autónoma en las estrategias de conservación de especies y espacios naturales,
que se tendrá que resolver porque esta primavera se acaban los plazos para
aprobar los planes de gestión de la Red Natura 2000, de las ZEPAs y de los
LICs. Es un retraso injustificable. Da la sensación de que, siendo una región
tremendamente rica en valores, solo los protegemos cuando sentimos la presión
de la Unión Europea en forma de amenazas o sanciones económicas. Parece que
conservamos, no porque estemos convencidos de que tenemos que hacerlo, sino
porque nos obligan a ello, y es lamentable.

–Los colectivos ecologistas se quejan de que la gestión del
medio ambiente en la Región va a menos, tanto en aplicación de recursos como en
gestión política. ¿Lo comparte?

–Sí, está claro que han adelgazado algunos sectores dentro la Administración, y uno
de ellos es el que corresponde a la conservación de la naturaleza. Ahora mismo
la actividad está casi estancanda, como si no hubiera un pulso ambiental, e
insisto en que habrá que resolverlo pronto porque apremian los plazos para
cumpliar las directrices de la Unión Europea.

–¿Qué medidas urgentes tomaría para mejorar la situación del
medio ambiente en la Región?

–Quizá la primera medida sería dotar de un contenido normativo nuestra red de espacios
naturales, y no solo porque sea un requisito desarrollar esosplanes de gestión.
Yno hacer una política de mínimos, sino plantear la viabilidad de esos espacios
naturales a medio y largo plazo teniendo en cuenta posibles cambios de uso del
suelo y construcción de infraestructuras, de forma que pueda garantizarse su
futuro. Yvinculado a esto, ilusionar a la gente:que esto no hay que hacerlo por
obligación sino por devoción, para que podamos legarlo a las nuevas
generaciones como un valor de futuro. También es necesario que el criterio de
protección del medio ambiente impregne el resto de políticas relacionadas con el
uso del territorio, para que tenga peso a la hora de tomar decisiones sobre
infraestructuras o nuestras actividades agrícolas e industriales, porque
actualmente se ve la naturaleza como un estorbo. Hay que remar a favor, no en
contra.

–¿Es un buen momento para la biodiversidad, o vamos a menos?

–Los momentos de crisis tienen algunas ventajas, como la menor construcción de
infraestructuras, algunas de ellas absurdas. La nueva red de autovías de la
Región, por ejemplo, hacía inviable la conservación de numerosas especies que
necesitan desplazarse. Pero hay otras desventajas, como que hay menos inversión
en investigación de las especies y los ecosistemas, en educación ambiental,
divulgación… Lo ideal sería que la crisis nos sirviera de reflexión y
pensáramos un poco más allá. La mayor parte de la gente no se preocupa por la
crisis ambiental, aunque los científicos llevan años avisando. Ya está aquí y
tendrá efectos más devastadores que esta crisis financiera.

–¿Ha seguido la campaña electoral? De medio ambiente y ciencia
no se ha hablado nada…

–Es lamentable que las grandes formaciones políticas no lo incluyan como una
reflexión necesaria. En el discurso diario se habla de innovación, de I+D, pero
a la hora de la verdad se olvidan. Nos estamos poniendo una venda en los ojos
que quizá sirva para resolver problemas a corto plazo, pero no incluir la
ciencia y el medio ambiente en las políticas básicas es un gran error.

–¿Son el medio ambiente y la investigación asignaturas maría
para los políticos, entonces?

–De alguna manera sí; por desgracia, hasta bromean con ello. Se puede ver en los
programas y ha quedado claro en los debates.

–¿Sospecha que la crisis económica puede ser una excusa para
seguir relegando el medio ambiente en la agenda política?

–Debería ser una oportunidad para traerlo a primer plano, porque buena parte de los
errores que nos han llevado a esta situación fueron denunciados por
conservacionistas y científicos, y precisamente en estos momentos siguen sin
ser escuchados. En lugar de servir para legitimar esas voces, la crisis las ha
arrinconado más.

–¿Cómo encontrar el equilibrio entre la protección de los
espacios naturales y el desarrollo? ¿Eso lo estudian también los científicos?

–Lo intentamos: cada vez se relaciona más la información medioambiental con la
socioeconómica, pero cuanto más complejo es el sistema más difícil es hacer
predicciones. Lo sabemos los ecólogos y lo saben los economistas, pero no se
puede separar la conservación de los espacios naturales y las especies de las
actividades humanas.

–Con la que está cayendo, ¿ve posible que el lince regrese a los
espacios naturales murcianos, o es un brindis al sol de nuestros políticos?

–Es una utopía que debe servirnos para poner de manifiesto la desconexión entre las
distintas políticas de la Administración. Por un lado, se pretende reintroducir
una especie que es un icono mundial de la conservación, que se alimenta casi
exclusivamente de conejo, y la misma consejería promueve órdenes para perseguir
al conejo como plaga en casi todo el territorio de la Región, lo que es una
contradicción. El lince nos sirve como espejo que refleja estas
contradicciones. ¿Queremos dejar a nuestros hijos y nietos una Región donde no
tengan la posibilidad de sobrevivir especies como el lince?

–¿Están en buen estado nuestras aves rapaces? ¿Por qué son tan
importantes?

–En general las aves han servido de foco en la conservación por un aspecto casi
casual, y es que desde hace tiempo existe información de cierta calidad sobre
sus poblaciones. Por eso las primeras directivas de conservación a nivel
europeo se centraron en las aves, y particularmente en las rapaces, porque son
más escasas.

–Se supone que las poblaciones de necrófagas (buitres y
quebrantahuesos) aumentarán con la nueva ley que permite depositar cadáveres de
reses en el medio natural…

–Esto ha sido una lucha importante de muchos años. Era una situación absurda que los
cadáveres de ganado criado de forma extensiva en las sierras de Segura y
Cazorla tuviesen que ser incinerados a cientos de kilómetros de la montañas,
mientras que a los buitres había que alimentarlos con pollos y cerdos criados
en granjas. Ese sinsentido se corrige en parte con las resoluciones que hizo la
Unión Europea en 2009 y 2010 y con el decreto del Gobierno que tendrá que ser
adaptado por las comunidades autónomas. Este asunto ejemplifica el valor de la
naturaleza en momentos de crisis:los buitres nos proporcionan lo que
denominamos un servicio ecosistémico, porque eliminan de forma gratuita los
cadáveres, que son posibles focos de infección. Eso lo habíamos sustituido por
un sistema de recogida e incineración que nos cuesta un montón de dinero y
encima es contaminante. Los bosques hacen también un gran trabajo que no
computamos en el Producto Interior Bruto.

–¿Arrui sí o arrui no?

–El Catálogo de Especies Exóticas e Invasoras, más que indultarlo, lo ha
amnistiado. Es un tema complejo: yo soy partidario de reducir sus poblaciones y
exterminarlas en algunos lugares, lo que no es sencillo porque ocupa ya miles
de kilómetros cuadrados, sobre todo entre Murcia y Andalucía. Habría que tender
a disminuir progresivamente sus poblaciones, de forma que localmente se puedan
ir produciendo extinciones para que otras especies de ungulados que sí son
autóctonas y cumplirían un papel ecológico similar, como la cabra montés,
fuesen aumentando su área de distribución. Esa sería la estrategia más
razonable a largo plazo.

–¿Qué proyecto de investigación le lleva a Argentina la semana
que viene?

–Es un proyecto sobre la evaluación de las poblaciones de cóndor andino que
financia la Fundación BBVA y que coordina el CSIC y la Estación Biológica de
Doñana. Participan también biólogos argentinos, y yo por parte de la
Universidad Miguel Hernández de Elche. Es un ave gigantesca de la que se sabe
muy poco y cuyas poblaciones han ido disminuyendo progresivamente, aunque aún
se mantiene en buenas condiciones en la Patagonia, que es donde vamos a
trabajar nosotros por segundo año. Vamos a marcar algunos individuos con
emisores para conocer sus movimientos, dónde nidifican y cómo explotan el
territorio en función de la abundancia de alimento.

Feliz entre lobos

Toni –así le conoce todo el mundo– Sánchez Zapata es doctor en Biología, premio
extraordinario de doctorado por la Universidad de Murcia y director de varias
tesis doctorales. Ha publicado más de 50 artículos en revistas internacionales
de impacto sobre ecología, biología de la conservación, zoología y ciencias
multidisciplinares, incluidas las prestigiosas ‘Nature’ y ‘Science’, y ha sido
investigador principal en diversos proyectos de I+D financiados por el
Ministerio de Ciencia e Innovación. También participa en proyectos financiados
por entidades privadas como Bancaja y la Fundación BBVA, cuyo trabajo de campo
le ha llevado de los espacios naturales murcianos y alicantinos a Mauritania,
Mali, la Patagonia, Kazajistán y Australia. Es experto en analizar el balance
coste-beneficio de los recursos empleados en la conservación, los conflictos
entre las políticas de sanidad animal y la conservación de los carroñeros,
investigaciones que ha plasmado en decenas de trabajos en revistas y libros de
divulgación científica. Si se pierde hay que buscarle en el pantano de
Santomera, en Cabo de Gata, en la Sierra de Segura o en su casa de las montañas
de León, donde es feliz –¡un poco más!– estudiando a los lobos.

 Diario “La Verdad”, 20-11-11

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